Una noche en el billar a su medida


      Al anochecer, cuando llegó al barrio Andalucía, se dio cuenta que el dinero que le pagaron en su quincena, no le alcanzaba para tomarse aunque fuera una cerveza en el billar de la esquina, donde acostumbraba pasar parte de la noche de esos días de pago. 
         Francisco López, trabajador, responsable con las obligaciones propias de su hogar, esposa e hijos y quien se esforzaba cada día por llevarles el sustento los días en que recibía su paga –un poco más del mínimo- se quedaba en una esquina del barrio donde vivía desde hacía más de diez años, cuando por razones de seguridad fue obligado a abandonar su pueblo natal Zaragoza con su familia –su hija la tuvo en el barrio Andalucía- por el llamado desplazamiento.
       -Bueno, voy a ir donde Albeiro (garitero del salón de billares del barrio Andalucía), y como no le debo nada, le dijo que me fíe una o dos cervecitas- pensaba Francisco, mientras atravesaba la calle 107, -donde por lo menos cada quince días va a ver jugar a Guillermo, a Don Iván, al mismo Albeiro o algún parroquiano que llega a mostrar sus atributos en el arte del billar –porque ni juega por que se cree muy “marrano” como el mismo se cataloga-
        Al entrar al establecimiento -era una de esas noches que ha vivido en muchas ocasiones, una noche de cervezas, cigarrillos, conversaciones y anécdotas-  en esta noche en particular, luego de un agitado día de trabajo, en el caso de Carlos, Guillermo e Iván, reuniones acá y allá. Los tres decidieron compartir un rato agradable en aquel establecimiento del barrio, ya fuera hablando con amigos o jugando un chico en la modalidad tres bandas con quien se encontraran.
        No pasaban de las siete de la noche de aquel viernes, Iván se acercó al “garitero” y le pidió una “heladita” (cerveza). Albeiro solícito, la trajo casi al momento de haberla pedido y con una sonrisa en sus labios preguntó sin mucha convicción:
        -¿Qué más Iván?-
        -Bien parce, gracias, ya te la pago, -dijo Iván al recibir la bebida-
       -¡Ah! por cierto, ¿qué si vas a jugar con ese “cuchito” que hay en la barra? Parece que juega bien, por lo que ha dicho y hablado durante más de una hora. Pero acá no han venido sino “marranos”.
         -Bueno, para desachantarme, ya que Guillermo no quiere jugar hoy– respondió Iván.
        El “cuchito” a quien se refería Albeiro, era de estatura corta, de unos sesenta años, sentado junto a la barra parecía más pequeño de lo que en realidad representaba ante las personas que lo miraban insistentemente desde que llegó al salón. Bajo su brazo, tenía un estuche -un poco viejo y sucio que cargaba con garbo- exhibiéndolo ante los que lo miraban, era su taco y se dio cuenta que el garitero le preparaba un “chico”, contra quien más o menos sería rival para los conocimientos que había mostrado ante los presentes.
        Aunque Iván no era un eximio jugador de billar, se defendía en el arte de hacer “carambolas”, la escasa estatura y sobrada actitud del “cuchito”, lo hizo pensar en un principio que sería fácil ganarle la partida.
           -Mucho gusto don Iván, mi nombre es Armando González, divirtámonos un poco y mostremos nuestras habilidades ante los  presente – le dijo casi al oído a Iván.
              -Ok.- Respondió Iván, manifestándole que no era un “perro”, pero se defendía.
             -Si, lo mismo yo- mientras agregaba -¿Nos tomamos unos guaritos?- preguntó Don Armando a Iván.
               -Claro, lo que quiera don Armando- respondió.
              -¡Garitero!, media de aguardiente con tres copas y agua, para que también se tome uno el señor que está con ustedes (refiriéndose a Carlos)- gritó el señor González al dependiente y encargado del negocio Albeiro. – ¿a cuántas carambolas? – preguntó Iván sabiendo de antemano que treinta era lo normal en un tipo de juego que tan sólo se pretendía conocer al adversario– el señor González respondió:
                   -Treinta carambolas, estará bien.
                    -Bien a treinta- certificó Iván.
                     -Listo– dijo Iván.
                     -Bien, – señaló el señor González, tomando su taco y disponiéndose a tacar.
        Don Armando ganó la apertura del juego y escogió la bola blanca para iniciar la partida. Realizó tres “carambolas” de gran factura, ganándose el aplauso de los asistentes de aquel vetusto sitio del barrio. Iván no se quedó atrás y respondió con dos magnificas entradas que hizo de manifiesto que el “chico” sería todo un espectáculo.
         -No sos tan “marrano”, como dijiste, jugás bien. Dijo con un aire de triunfador que molestó un poco a Iván, pero esto no dejó que lo desconcentrara y adujo.
            -Gracias, me defiendo-
           -No crea– dijo mientras tacaba otra serie de tres carambolas, aunque una de ellas fue de “arepa o chepa”, como se dice en el argot del juego y gracias a esta, le quedó la otra “bola bola” -otro término en este famoso argot, que significa muy fácil-
             - Callado y sin inmutarse, Iván tacó una serie de cuatro “carambolas”, en varias de sus “tacadas” recibió el aplauso del “respetable”, aunque, tuvo un poco de suerte en una de las jugadas.
              Armando, tragó en seco y se sirvió un aguardiente, no sin antes ofrecerle un trago a Iván, quien agradeció el gesto al señor González, este, se tomó el trago y pidió dos cigarrillos al garitero. Los prendió y le pasó uno a Iván, quien al momento de recibirlo, lo azuzaba para que continuara tacando.
           Aunque en la partida quedó de manifiesto que el físico del señor González, nada tenía que ver con sus habilidades en el juego o su calidad, la partida transcurrió concurrida y nada aburrida.
         El cabezón, un tipo de contextura fuerte, corpulencia gruesa y de poca estatura, hombros anchos y fuertes, rostro relleno, de ojos claros, tez morena y cuello corto, casi sin pelo y de cabeza muy grande en relación a su cuerpo, aspecto que hizo generar su apodo -que por demás no le molestaba-, apareció en la entrada y se sentó en una de las mesas desocupadas del lugar para observar y en una que otra ocasión, alabar o despotricar sobre cualquiera de las intervenciones de uno u otro en el transcurso de la partida.
       El chico continuó con la misma intensidad y buen juego como al principio, sólo se escuchaban algunos comentarios por lo bien o mal jugado de algunos lances de ambos jugadores de parte del público. La partida finalmente la ganó Iván por dos “carambolas” de diferencia, pero extrañamente, los “patos” y curiosos, fueron los que le dijeron:
           -Hombre, ¡pero qué bien jugaste!
          -Gracias… contestó entre enrrabonado y complaciente agrado y como cuando se le atraviesa a cualquiera un nudo en la garganta –uno hace lo que puede- respondió Armando.
            -¡Pero es increíble…! ¡Es que juega muy bien don…! ¿Armando, cierto?- Dijo uno de ellos.
            -Si, la cuestión es tener un taco con el que uno se acomode y en mi caso, el mío está hecho “a mi medida”- refutó con una sonrisa picaresca en sus labios.
              -¿Cómo es eso? – preguntaron casi al unísono los otros jugadores, quienes también se habían acercado a don Armando, -¿es un taco especial o exclusivo, se lo trajeron del extranjero o es muy costoso?-
                -No… -contestó visiblemente molesto…-¡les estoy diciendo que está hecho a mi medida! y dicho esto se coloca junto al taco para mostrar lo que decía…
                 -Qué no les estoy diciendo que está hecho “a mi medida”…-
                Efectivamente… todos comprobaron que medían lo mismo. Las carcajadas de los que escucharon no dejaron de sonar durante un buen periodo de tiempo en todo el establecimiento.
              La noche transcurrió entre bromas, chanzas y chistes, algunos de mal gusto y otros apropiados al tema. Las copas, los cigarrillos y el bullicio en el recinto luego de varias partidas más, -entre otros jugadores- hicieron que no solo Carlos, Iván y Guillermo, sino la mayoría de los concurrentes, decidieran partir a sus casas.

Comentarios

  1. Que buena historia y ese es el días día en el establecimiento Abeimo en el que vamos a compartir risas, abrazos y a pecar carambolas recreativas. Si en realidad para muchos de nosotros es un amante y ahora nos frustra no tener ese espacio de buen ocio y recreación por la situación que se presenta del virus que aunque entendible las restricciones unos no aceptamos aún por las ganas de estar allí.

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  2. Buena Historia, interesante y buena como recordatorio de pronto de situaciones que después de esta pandemia no volveremos a vivir.

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  3. Así mismo es el día a día en los billares albeimo donde entre, risas, abrazos,buenas historias es decir un buen ocio recreativo nos introducimos en ambiente que nos enamora por que en realidad en nuestro amante y esta situación de cuarentena nos tiene frustrados.

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