El Fenix legendario


  • Su plumaje dorado resplandecía con una belleza inigualable
  • El bosque azulado le provocó una sensación de fracaso y lamentó no haber vencido ese miedo para explorar más allá
  • Al arder, contempló una amalgama de luces y sombras que le pareció hermosa
  • Seguidamente como un milagro, en un remolino de chispas, emergió Catrio, más brillante y ligero que antes

Catrio, un fénix legendario, decidió emprender un viaje hacia la cúspide de la montaña más alta. Allí, meticulosamente, labró su nido: un entramado de ramas y hierbas aromáticas dispuestas con precisión para echar su cuerpo cómodamente. Su plumaje dorado resplandecía con una belleza inigualable, pero ocultaba dolores y cicatrices que lo lastimaban, señales del duro vivir en un entorno inhóspito y desafiante, que pesaban en su corazón con una tristeza profunda.

Estando en la cima, contemplando el paisaje, decidió que era el momento de despedirse en aquel lugar mágico. Desde lo alto, divisó el río, donde experimentó un encuentro especial que le llenó de amor y paz. Hacia la derecha, el bosque de pinos le enseñó el poder de la manada, un acecho inesperado le infligió las heridas más profundas. A su izquierda, la colina ofreció las mejores grosellas y zarzamoras que había probado, mientras que detrás, el bosque azulado le provocó una sensación de fracaso y lamentó no haber vencido ese miedo para explorar más allá.

Al mirar al cielo, el sol le bañó con su luz y calor, y Catrio, agotado por sus cicatrices y dolores, sintió la necesidad de descansar. Invocó las llamas, y al arder, contempló una amalgama de luces y sombras que le pareció hermosa. Entendió entonces que esa dualidad era parte de su naturaleza. En ese instante de revelación, comprendió que su resplandor dorado emanaba de abrazar su historia y permitirse renacer de las cenizas.

Con esa comprensión, se consumió en llamas, dejando sólo cenizas que brillaban con un resplandor único. Seguidamente como un milagro, en un remolino de chispas, emergió Catrio, más brillante y ligero que antes. Se contempló a sí mismo, en paz, y entendió que debía morir para renacer con más fuerza y volver a comenzar. Con renovada convicción, alzó vuelo hacia un nuevo horizonte, seguro de que lo mejor estaba por venir.

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