Pág. 6: El sueño del destino

Por: Yuber Alonso Raigoza Sánchez
    Emma estaba en sus 36 semanas de embarazo, y la incertidumbre la agobiaba. Cada ecografía revelaba al feto en una posición que imposibilitaba ver el sexo. Su vida estaba dominada por la espera y la desesperación por preparar la llegada de su hijo.
    

Aunque  siempre  había sido  una  persona  fuerte y positiva,  la falta de certezas sobre  su  futuro hijo  la  hacía  sentir  vulnerable y  enojada por respuestas. Una noche,  exhausta  y  desalentada,  Emma  se  quedó  dormida  en  su  habitación, después de haber tenido un día ocupado.

    En su sueño, se encontró en un jardín sereno, con abundantes flores vibrantes, el cantar de los pájaros y agua cristalina. Este jardín, tan perfecto y agradable para ella, ofrecía una paz que parecía irreal en comparación con su agitación diaria.

    De repente, una figura misteriosa y bondadosa apareció en su sueño. “Este varón es un bebé muy esperado y vendrá al mundo a cumplir una misión importante; tendrá un don para ayudar a los demás”, dijo con voz suave pero firme.

    Las palabras de la figura despertaron en Emma una mezcla de asombro y curiosidad: ¿qué tipo de misión podría tener su hijo? ¿Será una causalidad del universo para la eternidad?

    Una segunda figura, con una sonrisa cálida y consoladora, se acercó a Emma. “Sí, créelo. Tendrás un hermoso varón con un propósito especial para el mundo.” Le entregó el bebé, que en sus brazos creía emanar un sosiego que compensaba sus miedos.

    Emma, con el corazón palpitante, sintió una conexión profunda con el pequeño y no creía que un ser humano podría dar a luz a otro ser humano. Pero también surgieron nuevas preguntas: ¿qué retos y bendiciones le esperaban con su hijo?

    De repente, Emma despertó, agitada y sudorosa por la claridad del sueño. Al mirar hacia la pared de su cuarto, observó un reflejo que denotaba el número 60, un símbolo de equilibrio y armonía.

    Este inexplicable número resonó profundamente en su mente, añadiendo otra capa de intriga y significado a su experiencia. Decidió guardar el sueño en secreto, esperando el nacimiento de su hijo para desentrañar el mensaje completo.

    Seis días después, entró en trabajo de parto. A las 18 horas del seis (6) de enero, dio a luz a un hermoso bebé varón.

    Con su hijo en brazos, Emma sintió una sensación energética de estar vinculada con su bebé, una sensación de tener raíces, una paz y amor incondicional.

    Pero el misterio del sueño aún la envolvía y no podía dejar de preguntarse: ¿cómo se manifestará realmente el propósito de su hijo en el mundo? Al llegar a casa, en compañía del silencio de la noche, mientras su bebé dormía plácidamente en sus brazos, Emma intuyó que el verdadero significado de su sueño no residía en descubrir un destino predefinido, sino en aceptar el viaje incierto con fe y esperanza.

    El reflejo del número 60 había sido una señal, no de respuestas irrefutables, sino de la promesa de un proceso continuo de crecimiento y transformación. Emma sabía que la vida no es un camino de certezas, sino una sucesión de momentos que, cuando se viven con amor y valentía, revelan su propio propósito.

    Así, con el corazón repleto de amor y la mente dispuesta a lo desconocido, se preparó para guiar a su hijo, no para cumplir una misión predestinada, sino para construir juntos un futuro lleno de posibilidades y revelaciones.
Leer medio periodístico completo en: Comunidad Al Día Edición 53 (LIII) (calameo.com)

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