En la sastrería Ramírez no se da puntada sin dedal

Sastrería Ramírez  -  Luís Antonio Ramírez no permitió su fotografía


Por: Frally Marcela Salazar

El sastre del barrio El Playón tiene espíritu joven. Sus vecinos lo llaman “el muchacho de la cuadra”. Es coqueto, inteligente, religioso, tiene sentido del humor y es muy sabio.  A sus 80 años, aun irradia salud y mucho profesionalismo a la hora de desempeñar su labor. 

Se llama Luis Antonio Ramírez. Es oriundo de Onda, Tolima, y ha vivido 33 años en El Playón de la Comuna Dos. En este barrio ejerce como sastre, su profesión desde los 22 años.

En 1932 nació este hombre que vivió la mayoría de su existencia al lado de su madre y aprendió el oficio de la sastrería de su padre, quien venía de trabajar el campo desde los seis años y un día se propuso cambiar de vida para dedicarse a un nuevo oficio, uno que Luis Antonio ve como parte de su vida. 

Ser sastre le ayudó a levantar su familia y hoy en día le da el sustento diario. Fue exactamente en 1979 cuando desde Onda, él, junto con sus dos hijos y madre, se trasladaron para la ciudad de Medellín. “Salimos a las tres de la mañana y llegamos a las cinco de la tarde. El trasteo me valió 10 mil pesos”, aseguró Luis Antonio. 

Llegó a El Playón gracias a una propuesta hecha por su sobrino, quien lo motivó a comprar su actual casa a una mujer que viajaba para Venezuela. “El dinero que traje desde mi salida era suficiente para comprar esta casa. La adquirí por 145 mil pesos y me  quedaron 5 mil más y mi maquina. Fue con mi máquina que inicié mi sastrería”, afirmó Luis Antonio. 

Junto a su madre e hijos empezó una nueva vida. Dejó atrás varias historias de decepciones amorosas, una de ellas con brujería incluida por parte de su primera suegra, otra relativa al robo de su tienda. Consigo trajo su primera máquina de coser. 

Pero no solo la tristeza de la pérdida del amor le ha dolido en el corazón a Luis Antonio. Él tenía tres hijos, pero uno de ellos fue asesinado cuando tenía 22 años. Quedó con una hija y un hijo y su madre, la amiga y compañera que murió tiempo después.  

“He sido de malas en el amor pero nunca le rogué a ninguna para que estuviera a mí lado, pues quien te ama nunca te deja solo”. Estas palabras son resultado de muchos años de experiencia en la vida, años que para Luis Antonio han cambiado radicalmente. Según él: “Antes uno podía dormir con alhajas de oro en la calle y así se despertaba. Hoy en día no es posible”. También comparó: “A mi primer matrimonio me llevó al altar mi suegra (risas), que siempre estaba en la sala mientras visitaba a su hija. Hoy en día los jóvenes se besan en cualquier lado y no se comprometen”. A lo que añadió su relato del cambio en la tecnología, de como antes se usaba el tocadiscos, la victrola, la televisión a blanco y negro traída a este país por el general Gustavo Rojas Pinilla en tiempo de guerra entre liberales y conservadores, una guerra de ideologías de colores entre el azul y el rojo, siendo él parte de los azules: “Me acuerdo que le dije a un liberal esto no debe seguir así, nos vamos a matar todos por un color, córtese y mire de qué color es su sangre”. Nunca estuvo de acuerdo con las diferencias o la guerra. “Cuando tenía 16 años de edad mataron a Jorge Eliecer Gaitán”, recordó Ramírez.

Luis Antonio le cuenta muchas historias a sus clientes, a la hora de hacerles los arreglos, desde poner una bragueta hasta hacerles el pantalón. Aunque reconoce que ya las cosas no son como antes porque en su natal pueblo el trabajo consistía en hacer desde 120 a 130 pantalones mensuales; nunca faltaba algo para hacer. 

Ahora vive completamente solo en su sastrería, rodeado por sus hilos multicolores, por su propia biblioteca llena de libros de como aprender a vivir, una foto enmarcada a blanco y negro de su juventud, otra de su hija adulta y por su máquina de coser -fiel compañera de los últimos 58 años de su vida- ejerciendo como sastre, prácticamente en el mismo lugar.

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