Tierra de ilusiones


Foto: Johanna Andrea Olarte Orlas
Artículo
Por: Jonny Alexander Osorio Montoya. 20 años
Habitante del barrio Villa del Socorro - 
jonnyalex.16@gmail.com 
“Paula” es una habitante de la comuna dos, desterrada del municipio de Guarne a causa del conflicto colombiano y pide humildemente que no revele su verdadera identidad. “No quiero correr la misma suerte de Ana”, dice con la mirada perdida y en voz baja. Hay conmoción en su rostro. Conocer la noticia del asesinato de Ana Fabricia Córdoba, reclamante de tierra, le cayó como un baldado de agua fría.

Ella es una de las 3,7 millones de desplazados que, según Acción Social de la Presidencia de la República, existen en Colombia. Sin embargo, ong's como la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES), asegura que el total de desterrados internos supera los cinco millones de personas.

"Hay muchas personas que vivimos la misma historia y se encuentran sin rumbo fijo", me afirma en una sede social de la comuna, en una tarde soleada mientras su hijo, de cinco años, le reclama que se apuren. "Llegamos a una ciudad a empezar de cero, donde casi que hay que agacharle la cabeza a la administración para que brinde las ayudas necesarias”, explica la mujer campesina, de piel morena y ojos grandes.

Con cinco meses de embarazo, "Paula" llegó a Medellín; acaba de enterrar a su marido, asesinado por grupos ilegales en su pueblo. Por eso se vino y se refugió en casa de algunos familiares. "Ser desplazado implica otras cosas más que el simple hecho de abandonar la tierra", cuenta en voz baja como si tuviese miedo de contarlo.

La Oficina del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) se refiere así para definir la situación de destierro y sus causas: "Toda persona que se ha visto forzada a migrar dentro del territorio nacional abandonando su localidad de residencia o actividades económicas habituales porque su vida, su integridad física, su seguridad o libertad personales han sido vulneradas o se encuentran directamente amenazadas, con ocasión de cualquiera de las siguientes situaciones: conflicto armado interno, disturbios y tensiones interiores, violencia generalizada, violaciones masivas a los derechos humanos, infracciones al derecho internacional humanitario u otras circunstancias emanadas de las situaciones anteriores que puedan alterar o alteren drásticamente el orden público".

Un desplazado tiene un trato preferente y es importante para los municipios porque necesita ayuda para que las condiciones de vida que tenía antes vuelvan a ser normales.

“Pero” -relata Paula- “se nos vulneran todos los derechos, a la educación, al alojamiento, al vestido, la salud y la alimentación. Por ejemplo, para los subsidios de vivienda hay que esperar las convocatorias. Dan por ahí unas 300 casas”, cantidad que sin saberlo es demasiado pequeña para alojar a las 75.703 familias que en la actualidad comparten su situación y termina diciendo “es que nos ponen a vivir de ilusiones, ante los medios de comunicación, el gobierno dice que somos muy bien tratados, pero la realidad es otra”

Además del olvido estatal, Paula siente con dolor que las otras personas la vean como una intrusa. “Somos personas mal vistas, porque supuestamente tenemos beneficios que les son quitados a los otros, es por esto que ser desplazado no es como lo pintan. Es una situación infrahumana, definitivamente. Los demás no entienden, porque no la han vivido”, dice mientras su voz sube de tono con transcurrir de su discurso. Hoy en día continúa luchando por salir adelante desde la casa que la acogió en la ciudad, tierra de ilusiones y también tristezas. Siente que no todos tienen la misma suerte que ella y desafortunadamente, les toca pedir o vivir en la calle los primeros días o tal vez meses. Nadie hace nada por mejorar su situación, se queja; termina con una frase contundente por su peso verídico y por la emoción casi en llanto de sus palabras: “Mientras que a la víctima se le castiga con esta condena, al victimario se le premia”

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