Historia utópica basada en hechos reales de la Comuna Dos Santa Cruz

 El Legado de las historias olvidadas

Por:  Yuber Alonso Raigoza S.

En una modesta librería de segunda mano, ubicada en una calle estrecha y bulliciosa de la Comuna Dos, Santa Cruz, el ambiente estaba impregnado de historias de otros tiempos. La librería, gestionada por un residente de toda la vida, era uno de esos lugares donde los vecinos encontraban un respiro entre la rutina diaria y los desafíos de su comunidad.
Marta Fernández, una joven de veintitrés años con una pasión insaciable por la literatura, esperaba a sus amigos en un rincón tranquilo, mientras hojeaba un libro antiguo y desgastado que había encontrado. Era raro que alguien más se interesara en esos viejos textos, pero Marta sentía que este tenía algo especial. Cuando sus amigos Leo Rodríguez y Clara Gómez llegaron, Marta levantó la vista con una sonrisa emocionada. “¡Chicos, encontré algo increíble!” exclamó, mostrándoles el libro con las cubiertas agrietadas.

Clara, curiosa como siempre, se acercó. “¿Qué es eso, Marta?”
“Lo encontré en la estantería de atrás. Es de un autor desconocido, pero en la primera página hay una nota que dice: ‘El verdadero significado de las palabras se esconde en las sombras de la realidad.’”
Leo, el más escéptico, levantó una ceja. “¿Y eso qué quiere decir? Podría ser solo una frase bonita.”

“Pero escuchen,” dijo Marta. “La librería tiene un rincón oscuro al fondo. ¿Y si hay algo más escondido ahí?”. Dudando un poco, pero curiosos, los tres amigos decidieron explorar. Al llegar a ese rincón, encontraron una estantería desvencijada con algunos libros que parecían fuera de lugar. Marta tomó uno al azar y, al moverlo, escucharon un leve chasquido. Un pequeño compartimento se abrió en la base de la estantería, revelando un mapa antiguo y un diario cubierto de polvo.

Clara abrió el diario con cuidado. “Esto parece pertenecer al autor del libro. Aquí dice: ‘El verdadero tesoro se revela al caer la noche, donde las sombras y la luz se encuentran.’”
“¿Será alguna referencia a un lugar de Santa Cruz?” murmuró Leo.

Decidieron averiguarlo, guiados por la ruta marcada en el mapa, que señalaba un parque cercano, un sitio frecuentado por los habitantes del barrio. La tarde empezaba a caer cuando los tres amigos llegaron al lugar indicado: un árbol antiguo en el centro del parque, en cuyas raíces se notaba una pequeña cavidad.

Con cuidado, Marta colocó el diario en el hueco del árbol, y en respuesta, un destello de luz reveló una pequeña caja de madera. Clara la abrió y encontró un puñado de cartas y fotografías antiguas. Las imágenes mostraban a personas desconocidas, pero claramente vecinas de la comuna en tiempos pasados, rodeadas de lugares icónicos del barrio.

Marta tomó una de las cartas y leyó en voz baja: “El verdadero legado no está en los objetos, sino en las historias que compartimos. Si encuentras esto, comparte nuestra historia y mantén viva nuestra memoria.”

Sentados bajo el árbol, Marta, Leo y Clara entendieron el valor de aquel hallazgo: no era solo una caja llena de cartas viejas, sino un recordatorio de cómo las historias y los recuerdos nos conectan. En un barrio donde cada residente lleva consigo sus propias luchas y sueños, recordar y compartir las historias del pasado es una forma de mantener vivo el espíritu de la comunidad. Con este descubrimiento, los tres amigos comprendieron que el mayor tesoro estaba en la memoria compartida de quienes vivieron y construyeron Santa Cruz, un legado que ahora tenían la misión de mantener.

Mientras la noche caía sobre la Comuna Dos, los tres jóvenes se comprometieron a seguir explorando y compartiendo historias, conscientes de que el verdadero valor de una comunidad está en los lazos que construyen día a día.
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