ANÍBAL CADAVID, UN ALBAÑIL DE PROFESIÓN Y UN ARTISTA POR VOCACIÓN


Entre cemento, ladrillos y palustres, Aníbal Cadavid ha encontrado el sustento para su familia; a los escombros restantes de su oficio hace tres años les ha destinado la misión de darle el escape de la cotidianidad. En un momento de ocio en la sala de su casa, ubicada en el barrio Popular 2,  Aníbal empezó a experimentar con restos de baldosas que habían quedado tras un día de trabajo. Ahí encontró una vena desconocida de su vida: el universo del arte.

En este empeño lo han acompañado su esposa Yolanda y sus dos hijos, Maritza de 37 años y Juan Carlos de 31.

Pasados tres años, después de la elaboración de su primer cuadro, la capacidad de este artista va en ascenso, ya no sólo trabaja con restos de baldosas, hoy maneja otro tipo de materiales, como pinturas y listelos de construcción (apliques para separar tipos de baldosas), además de usar el collage, destreza que no sabe definir – dado que su formación es empírica – pero que aplica a la perfección.

“De mis primeros 50 cuadros, he vendido cuatro, he regalado diez a familiares y amigos y los demás los tengo acá”. Compartió Cadavid.

A pesar de no contar con los recursos, ni el apoyo de alguien que pueda dar a conocer sus creaciones, anhela llegar muy lejos:  “sueño con que llegue el día en que mis cuadros hagan parte de una sala de arte o una galería y, por qué no, vivir de las ventas de estos”.

Como proyecto para la realización de futuras obras, piensa elaborar una serie de cuadros que tendrán como tema central a los políticos colombianos. Para ello se  basará en modelos que serán extraídos de diferentes revistas y periódicos. Con esto quiere evidenciar la planeación y seriedad que le dedica a cada una de sus creaciones, antes y durante su producción. “En mi cuarto tengo la primera obra, a esta le coloqué el nombre de Juanma, después haré otros políticos”.

Como acto final, quiere transmitir sus conocimientos: “he intentado enseñar lo poco que sé a diferentes personas, pero hasta el momento a los que lo han intentado se les ha dificultado el manejo de la herramienta principal: las pinzas, motivo por el cual han desistido del deseo de aprender este arte”. 
  
Lo más probable es que de este tipo de personajes está llena la ciudad de Medellín, ocultando centenares de talentos, aptitudes que quizá, ni los dueños de estos los conozcan, sólo falta que se creen espacios que permitan el fortalecimiento y explotación de habilidades alternativas, cualidades que no proveen riqueza monetaria, pero le brindan a su practicante un éxtasis personal.

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